Ayer estaba viendo unos videos y llegó a mi uno sobre la autoestima. Era un cuento con moraleja.
Realmente todos los cuentos o historias tienen su moraleja, de todos podemos aprender algo; hacerle caso ya es otra cosa.
Era una historia que ya había oído, de hecho no la contaban exactamente como era pero en líneas generales se entendía.
La historia se podía resumir así:
En un país muy lejano vivía una princesa en edad casadera que no había encontrado todavía a su príncipe azul y en vistas a no quedarse sola promulgó un edicto en el que decía que aquel hombre que consiguiera permanecer debajo de su torre cien días y fuera el último en quedarse se casaría con ella.
Huelga decir que acudieron en tropel todos los hombres en edad casadera a dicho llamado.
En principio eran muchos y la princesa los veía desde su ventana y fantaseaba en quien sería el último.
Con el paso de los días, poco a poco fueron desistiendo muchos hombres; se marchaban o por las inclemencias del tiempo o por enfermedad o por cansancio.
Una muchacha del pueblo se acercaba siempre y les daba comida, cuidaba a los enfermos o les daba conversación para que las horas se les hicieran más cortas.
Y así con el paso de los días solo quedó un hombre. La gente del pueblo lo animaba y estaba expectante pues sabían que lo iba a conseguir.
Cuando faltaba una hora para que se cumpliera el plazo el hombre comenzó a recoger sus cosas para marcharse. La gente no lo podía creer. Lo tenía tan cerca e iba a renunciar a casarse con la princesa.
La princesa desde su balcón tampoco daba crédito, no lo entendía.
El se acercó a la chica que le ayudaba y se marchó con ella no sin antes dejar una moraleja a las personas que allí estaban.
Moraleja: Aquel/lla que te ve sufrir durante tantos días y que incluso faltando una hora es incapaz de dar un paso y bajar a verte no te merece.
Es importante saber lo que cada uno vale y hasta donde está dispuesto a llegar.
Cada cuento tiene su moraleja y de nosotros depende sacar un aprendizaje. En este caso el hombre y la princesa sacaron cado uno el suyo.
Otro día otro cuento.
"Conte contat, conte acabat i qui no s´alce te el cul foradat".

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